domingo, 27 de septiembre de 2009

Candil de la calle, oscuridad de la casa


Fotos: Carlos Puga

Estrella López/Eva Alonso, Honduras

Son las seis de la mañana y una veintena de vecinos de Cedeño nos esperan, palas en mano, para ir a limpiar el río.

Aprovechan estos días para poner en marcha acciones medioambientales "porque no hay pesca". De hecho, tan sólo una barca ha salido hoy a la mar, según la captura que traiga en sus redes la asociación de pescadores tomará la decisión de mandar o no mañana a trabajar a sus embarcaciones.

Antes de iniciar el camino hacia el río nos invitan a ponernos botas de agua. Pero sólo llegan para algunos. "Hay muchas hormigas", nos dicen. Lo pudimos comprobar.

El camino es largo. Más de un kilómetro por un sendero lleno de maleza, ramas y agua estancada que procede de los laboratorios de larva de camarón y aguas residuales. Tras más de veinte minutos andando, finalmente llegamos al lugar elegido para comenzar la limpieza. Allí recogerán el plástico y removerán el lodo del fondo para que el agua fluya. Trabajarán sin descanso, entre una humedad sofocante, un calor inenarrable y olores nauseabundos, hasta la una de la tarde.

Han comenzado a ser conscientes de que el daño al medio ambiente es un daño al futuro de la comunidad. "Candil de la calle, oscuridad en la casa", asegura Roger Humberto Alemán, responsable de la asociación de pescadores.

Ellos lamentan la contaminación, la desforestación masiva del manglar, los vertidos incontrolados y tóxicos de los laboratorios al Golfo de Fonseca. "Estamos muy preocupados también por el excesivo uso de pesticidas en plantaciones de caña de azúcar y melón". Precisamente, en estas últimas, es donde, por el uso masivo de amoníaco, las mujeres se desmayan con frecuencia.

Como en El Salvador y en Nicaragua el problema vuelve a ser el mismo: los peces se han ido. Ellos también están convencidos de que la causa es la misma: la acción del hombre.

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